Nouvel Observatoire (fragmento)

Lo que se escribe, pues, es lo que no sucedió. (Aquello que no ha sucedido y que no podría suceder nunca. )

Todo aquello que no podía suceder.

Lo que se olvidó.

Lo que se perdió.

El pensamiento como una fiebre.

Pero, dijo Vulturius, aquí se esconde algún truco (blage), porque todo lo escrito es inevitable. (Como si Vulturius no fuera uno entre diez mil nombres.)

Nuevamente discusión alrededor (a l'entour) del claro de luna. Algo verdaderamente fantasmal. Como si todos hubieran (hubiéramos) muerto hace ya mucho. (Muertos desde un tiempo inmemorial. In-ter-mi-na-ble-men-te muer-tos.)

Y Alexandra, cuyo seno era más deseable puesto que no era en absoluto agresivo («por el momento»). Si bien se les desea por separado y también juntos, y la mano se crispa, como la de un bebé alrededor del biberón de leche.

Lo artificial más bien que lo real en cualquier sentido. Opongamos el alba a la brisa. (Esto es: olvidémoslo por completo.) Antes de que hubiera sentimiento ya las lágrimas eran de ese perfecto cristal que sólo consigue la inteligencia. (Todo lo natural es sólo lo artificial llevado al extremo.) Ya el bueno de... ¿de quién? Olvidémoslo, olvidémoslo.

¿Let the wind blows throw your heart?

¡Atrás! ¡Atrás! Ninguna complacencia, aquí. Ninguna compasión, ningún patetismo.

Negar, negar. Negar y otra vez negar. Nego: ése es mi nombre.

A todo decir: “No”. A todo decir: “Todavía”.

Fabius el Filarca, que tiene l8 años, ha despertado de pronto en medio de la noche y se ha sentado en la cama como un bulto de fieltro, susurrando: “¡Todos tenemos morir! ¡Todos tenemos que morir!”.

“Sí, figlio mio —dice la Muerte—. Duérmete, anda. Duérmete.”

Una pura certeza infinita —aclara Elephantus—. (Se muere “de una vez y para siempre”). El asombro como el retumbar interminable de un eco (de este eco, esta certeza). “Vamos a morir”. O bien: “Todos tenemos que morir”. Un puro eco. Ya que: todos estamos muertos desde hace un tiempo infinito. (Véase más adelante.)


l. La pena es una función (fonction) ante la que se encuentra un matemático inhábil o un lector incompetente.

2. La pena es una función (una posibilidad) a la que se recurre con frecuencia en virtud de su representatividad (de su carácter representativo) .

El estilo —piensa V²— consiste precisamente (solamente) en trasladar el acento.

¿La bifurcación, pues, es lo triste?

Los sentimientos se niegan (anéantissement).

La posibilidad no se realiza.

“Hay una posibilidad real, porque hoy es martes”.

“¿Hoy es martes?”

Oigo, o más bien: veo.

Veo la arena (o veo que veo la arena, ad infinitum). Caerse en la mirada (tomber sur le regard), silenciosa, instantáneamente. Como entrar de repente en el tramo final de un túnel. Sosiego. Sensación de que se avanza sin obstáculos. Los obreros se estrechan vigorosamente las manos y sonríen, con rostros sudorosos (satisfechos). El techo está a punto de derrumbarse sobre sus cabezas.

O bien: El techo está a punto de derrumbarse y sepultarlos para siempre.

Ojos: infinitos como las arenas.

Un ojo: interminable como la arena.

Veo, pienso, escribo: “La tolvanera lo tapaba todo delante de los ojos”.

Yo: el Observador.

“Era —me interrumpe alguien (uno cualquiera, un autre) estertorando— en marzo, lo recuerdo bien”.

Salaud!

¿Luchar contra la absoluta atonía (atonalidad) del despertar, contra la falta absoluta de sentimientos del amanecer?

¿Para qué despertar?

Una multitud de famélicos ciudadanos recibió...





X

Discusión (esta vez en o bajo algo muy semejante al claro de luna: certain epanouisement de la lumiére) sobre si Buddha quiso decir en realidad lo que dijo. Es decir: si dijo que todo lo que existe es un producto de la mente o si quiso decir que todo lo que existe posee la naturaleza de la mente.

Elepantus fantasmal: Avidya lésbicamente alineada (rangeé) con Ash(Mara), acariciando con unos dedos «como gusanitos tiernos» el vello pubiano de ésta. Los ojos de Flavius (cerrados) “no pueden creer lo que están viendo”.

Algo que suena (porque siempre hay algo que suena), bordeando los cuerpos petrificados (móviles al infinito), y el “¡Ahhhhhg!” del herido que asciende (se arrastra) en el momento en que la tolvanera lo cubre todo delante de los ojos.


Septimus (Sempiternus), androgynos, no gime.

Es un erotismo sosegado. Una voz sin fin repite (acaba y recomienza: pero nunca termina, nunca comienza) infinitamente un breve discurso interminable.

El viento cálido. El siroco del desierto. La noche del desierto. La arena del desierto. Ninguna grandeza, ninguna profundidad. Ningún pensamiento o destino. Nada. Nadie.

El hundimiento (effrondrement) de todo tema.

Todo tema (toda humanitas) ahí es nada.

Lo liso, la pradera sin fin. Tabula rasa. El espacio como puro (des)pliegue o (des)velo. El barroco entendido como lo infinitamente infinito. Lo que ya no carga ni suena. Pero que no es “ligero”. La pradera sin fin donde todo, por un instante, se alza (en plena forma) y desaparece.

Y desaparece. (Esto es lo esencial).

Desaparecer es lo esencial.

No ocultarse: des-aparecer. (Esto es lo esencial.)

«Se diría entonces —dijo Vulturius, pensó Elepantus—, que la novela es la summa propiamente literaria, y que ésa es precisamente su forma (o su a-forma). C’est-á-dire: no habría una forma previa del roman, sino que en esto (en el que no haya ni pueda haber una forma previa del roman) consiste precisamente la forma (o la a-forma) del roman

Registro (enregistrement) de hechos históricos entendido como corte transversal en una consciencia a destinada a desaparecer.



(1996)

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